Aquí me siento y escribo,
en mi humilde sillón
me acomodo para mis
pensamientos compartir contigo.
Acompáñame un rato,
y cuéntame cuando
empezaste a tratarte así
y dejaste de ser tu mejor amigo.
Dile al fuego que nos alumbra
lo que te preocupa,
lo que te inquieta,
habla y no seas tímido.
Te contaré que no hay
nada peor que no mirar
a nadie y rechazar
siempre por castigo.
Que no hay nadie tan solo
en este mundo que
aquel que cree saberlo todo
y solo se mira el ombligo.
Que pasamos el tiempo
abrazando al ego y
compadeciendo al muerto
pero no al vivo.
¿Te dije alguna vez que
ante el frío de la soledad
la compañía de mi familia
es mi mejor abrigo?
Relájate junto a mí,
baja por un momento
la guardia y deja de
ser tan duro contigo.
Quiero que hablemos claro,
que nos contemos las
cosas a la cara y no
andemos con secretos al oído.
¿En qué momento crecimos
tan alto como para
tocar el Sol y perder
de vista a nuestro profundo niño?
Hay quien se aferra
a lo que debería ser
en esta vida y en el
aire construye un castillo.
Yo prefiero recorrer senderos
para sanar el alma
en compañía de la Luna
que me ilumina con su brillo.
No hay otro modo de
llegar lejos si no adentrándose
en uno mismo y perderse
continuamente para retomar el camino.
Quiero que hoy sepas
que nunca estarás en soledad,
que tienes a Dios de tu parte,
a las estrellas en el cielo
y en mí a tu amigo.