Caminaba de noche,
calle mojada y pasos
lentos,
no tenía prisa, sus
recuerdos
se deslizaban en
silencio
por el pavimento.
Tambaleaba mientras
sorteaba bordillos y
farolas,
pero mantenía rumbo fijo
como velero que
se mece entre las olas.
Se debatía entre
recuerdos y pensamientos,
ella no lo acompañaba,
y la Luna se le
apagaba
por momentos.
¿Qué más podía hacer?
¿Qué más podía
esperar?
Si los besos recibidos
ya no existían, eran sombra,
se le quedaban atrás.
El silencio le
invadía
como una eternidad,
deseaba verla de
nuevo,
soñaba despierto esperando
una última
oportunidad.
Aquella noche solo
existía
un hombre y una
oscura ciudad,
con el único anhelo
de
no estar acompañado
nunca más por la
amarga soledad.