Desatención

 



Un hombre dijo una vez

que su mayor pecado fue la desatención,

pero lo dijo a su vejez,

cuando supo que ya nada tenía solución.

¡Qué razón tenía al pensar que

no hay mayor sacrilegio,

que no hay nada peor!

 


Debió estar atento a la vida y haber sido paciente,

que nada da más frutos que estar

siempre aquí, siempre presente.

 


Pudo abrirse a algo más grande,

que es lo que el alma aquieta

y confiar en Dios,

que no ahoga, que tan sólo aprieta.

Hay quien lo llama plan divino,

yo solo sé que en la oscuridad

la luz siempre se cuela por una grieta.

 


De nada sirven ahora lloros y lamentos

si cuando lo tenía todo a favor

se tapaba los ojos en todo momento,

no estuvo al servicio, no fue hombre,

no estuvo atento.

 

 

Queda mucho por corregir, no todo está perdido,

que hasta un barco antiguo puede

contener tesoros aunque esté hundido.

Esto no acaba aquí, no desesperen,

porque este hombre no está muerto,

tan solo está dormido.

 


Dejemos que la historia termine,

aún queda cuento,

no nos precipitemos, seamos pacientes

y démosle más tiempo al tiempo,

que no hay nada más bonito

que observar como la vida

se recoloca ante alguien que

sabe apreciar su momento.




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